Marta Segrelles Psicóloga

Las veces que me enfadé con mi terapeuta

Esta es una de las cosas que ocurren en terapia y os quiero explicar en qué ocasiones me ocurrieron a mi y cómo me sentí. Es importante haber vivido esa parte personal,  entiendo cómo os sentís cuando os ocurre.

Recuerdo dos ocasiones dónde me enfadé con mi terapeuta y ambas se relacionaban con mi herida, con mi parte niña vulnerable.

Te explico la primera ocasión. Imagina que el martes era mi día de sesión y hablamos de algo que me dejó un poco removida y mi terapeuta me dijo como nos veremos en 15 días “si durante la siguiente semana necesitas hablarme, hazlo aunque no tengamos sesión”.

Y lo primero que pensé fue “Qué va, no lo necesitaré” (Creía que tenía que poder con todo yo y más adelante te explico porqué…).

En el transcurso de la semana, me surgieron imprevistos y necesité contactar a mi terapeuta para mover de día la sesión, así que para ir más rápido pensé en llamarla, pero antes de hacerlo, le escribí un WhatsApp y le pregunté “¿Puedo llamarte?” y me respondió “¿Para qué es?”.

Uff, tu no sabes cómo fue esa respuesta para mi, me sentó fatal, y de alguna manera me confirmé mi creencia de que tenía que poder yo sola, porqué fue como que no podía contar con nadie.

Luego en terapia, le dije que estaba enfadada con ella. En otras ocasiones, con otras terapeutas quizá me hubiera callado y al final me hubiera ido, pero tenía vínculo con ella y quise probar algo distinto.

De todas maneras, fíjate que te estoy contando esto “a toro pasado”. A veces necesitamos tiempo, distancia y trabajo personal para entenderlo mejor.

Ahí ella me comprendió y asumió su parte me dijo que lamentaba que me hubiera sentido así y que ella me lo preguntaba porqué tenía sesiones y no sabía si mi llamada iba a ser algo rápido o necesitaba más tiempo. De todas formas, esa reacción mía le hacía ver qué yo me sentía muy herida y que realmente tenía una ventanita de tolerancia a la incomodidad o a la soledad, muy bajita, ya que cualquier cosa que pudiera hacer otra persona a mi me podía suponer conectar con mucho dolor y no lo podía sostener…

La siguiente vez fue en una sesión donde mi terapeuta siempre me invitaba a hablar de un sólo tema, algo que yo también animo en sesiones a mis clientas. Hago el símil de que nuestro interior es una casa y que hay muchas puertas, hay algunas entreabiertas, hay otras cerradas, doblemente cerradas…Entonces a veces cuando estamos en terapia, queremos abrirlas todas a la vez y no es productivo, porqué acabamos agotadas y sin haber abierto ninguna del todo…

Yo prefiero abrir una ver qué hay detrás de la puerta, si me gusta lo que veo en esa habitación, si puedo respirar y quedarme un poquito más, si me da mucho miedo y prefiero volver otro día…

Entonces yo ese día venía con la necesidad de abrir muchas puertas y me dijo

“Marta vamos a elegir una puerta para entrar y centrarnos”

Y yo le pedía…

“No pero escucha, sólo una cosa”

“No espera, déjame que esto que te voy a contar tiene relación”

“Ya pero es que tengo muchas cosas importantes que contarte”

Entonces mi terapeuta me dijo “Marta, ¿sabes qué me está pasando? que me estás trasladando muchas demandas, muchas inquietudes y no lo puedo sostener todo a la vez y me estoy agobiando.

Y yo pensé “pues vaya mierda, tendría que poder”

¿Por qué te cuento estas dos situaciones? 

Por qué a mi terapeuta también la tuve que bajar del pedestal, verla como una humana real…así como necesité hacer ese trabajo con mis padres, ver que no lo puede saber, gestionar o sostener todo y que tienen capacidades y limitaciones.

En ese momento no lo vi, no me servía, yo necesitaba otra cosa, alguien que por fin me pudiera sostener y así no tener que cargar yo con todo, pero no era mi terapeuta tampoco…la persona que me puede sostener como yo necesito ahora, soy yo misma. Este fue un aprendizaje que lo fui adquiriendo con el tiempo, fue haciendo “chup-chup”, no fue algo que en ese momento entendí.

¿Qué hice en ese momento entonces?

Mi terapeuta me ayudó a validar a mi niña diciendo “qué rabia, qué injusto es que no puedan sostenerlo todo, porqué tu eres pequeñita y no sabes que hacer con ello aún” pero me explicó que la voz de mi adulta sería algo así como “Vale, me gustaría que fuera de otra manera, da rabia, pero lo entiendo”.

Poderle mostrar la rabia a tu terapeuta, tu rabia por algo que ella ha dicho/hecho puede ser reparador, porqué en otras relaciones no fue posible decirlo o al decirlo no se acogió tu emoción. Imagina que tu explicas a tu madre que estás enfadada con ella y te dice “pero, hija, con todo lo que hemos hecho por ti”… Una relación es segura cuando sabes que la otra persona va a estar ahí acompañándote en todos los escenarios, cuando estás triste, enfadada, con miedo…

Expresar aquellas cosas que no nos gustan, nos han herido, nos han incomodado es un acto de valentía y ayuda a reparar la relación, a transformar el dolor…pero si ahora no estás preparada, no quieres…recuerda que he estado ahí, que te entiendo.