Marta Segrelles Psicóloga

Me alejo de las personas que me quieren bien

[Aviso de contenido: trauma, violencia, gritos, críticas, familia]

Cuando era pequeña en mi casa había gritos, mi padre gritaba y mi madre no decía nada.

Esa situación para mi era normal, porque la vivía cada día.

Mi padre a veces se metía conmigo y criticaba mi ropa y mi madre no decía nada.

Creo que me dolía más el silencio de mi madre que la crítica de mi padre.

Cuando crecí y tuve mis primeras relaciones me di cuenta que yo también gritaba y esperaba que la otra persona no dijera nada, que se quedase callada, pero la otra persona se iba, porque claro, quien va a querer quedarse cuando le gritan.

Aunque yo no quería que se fuera de mi lado, no sabía como hacer que se quedase, porqué yo había aprendido que el amor era eso, que quererse era que uno gritaba y el otro se callaba, eso era lo familiar para mi, aunque era lo más inseguro también.

Había una parte de mi que cuando conocía a alguien y me sentía a gusto, quería que la relación fuera bien y que esa persona se quedase a mi lado, pero, había otra parte que no, me encontraba en cualquier momento pensando en dejarlo, porqué lo que me daba, ofrecía la otra persona era distinto, no me parecía mal, pero yo tenía ganas de gritar y salir corriendo, yo no estaba acostumbrada a que me quisieran bien.

No confiaba en que eso fuera de verdad, pensaba que en cualquier momento se iba a molestar por algo que hiciera y me iba a castigar y sin querer me alejaba y también lo alejaba.

Hace tiempo que no vivo en mi casa, vivo en pareja en otro país y estoy muy tranquila pero a veces siento que esos gritos están dentro de mi, fueron muchos años escuchándolos y callándolos, toda la rabia que me tragué.

En terapia me he dado cuenta que aprendí a relacionarme de una manera más segura, he entendido que mi niña tenía miedo y se sentía desprotegida, aprendí que a relacionarnos se aprende y que no se borra el aprendizaje porque forma parte de mi historia, sino que añado otro más adaptativo, que me cuida y no me hace daño.

A veces no sé si la adulta sabe muy bien qué hacer, a veces aparece la niña y la pilla desprevenida, por eso a veces grito y pido perdón, otras consigo respirar y encontrar otra manera de expresarme, otras hago deporte para sacar energía y la rabia contenida, pero es cierto que ya no tengo tanta necesidad de alejarme o de alejar, puedo quedarme y puedo ver cuando me están queriendo bien, cuando estoy queriéndome bien  y cuando estoy queriendo bien.

Testimonio: E, 40 años.