
21 May ¿Sabes qué es el apego?
El apego tiene que ver con la forma que tienes de relacionarte con los demás, ya sea con tus amigos, tus familiares o tu pareja. ¿Alguna vez te has parado a pensar cual es tu estilo de apego? Entender y conocer la forma que tienes de relacionarte es importante para poder estar de una forma más sana en la relación.
El estilo de apego se establece a través de las primeras relaciones que tenemos con nuestros progenitores o nuestras figuras de referencia en la infancia. Cuando venimos al mundo estamos en una situación de vulnerabilidad y dependencia, por ello el otro es tan necesario para que podamos sobrevivir.
En función de cómo estas figuras hayan satisfecho tus necesidades a construirte de una manera o de otra.
¿A qué necesidades me refiero?
Por un lado están las necesidades fisiológicas como son la alimentación, el sueño o la higiene y, por otro, las necesidades emocionales como pueden ser la necesidad de sentir que tus cuidadores pueden calmarte, que entienden lo que necesitas o que te permiten explorar el mundo.
Por eso utilizo la línea de vida con las personas a las que acompaño. La línea de vida es una técnica que permite ordenar las diferentes etapas vitales que ha vivido la persona, entender las relaciones significativas que ha tenido y conocer su estilo de apego y sus necesidades.
Desde el modelo que trabajamos, es muy importante entender estas bases para comprender lo que la persona es a día de hoy. Entender que necesidades fueron satisfechas y cómo, por ejemplo,
¿Cuándo te sentías vista por tu familia? A lo mejor te premiaban cuando sacabas buenas notas pero sin embargo cuando les hablabas de otras cosas no te prestaban atención,
¿De qué forma te transmitían el cariño? A lo mejor tú necesitabas un abrazo y en vez de eso, te compraban algo material.
Por otro lado también es importante entender que emociones eran permitidas en tu familia y los
mensajes implícitos y explícitos que impedían que se expresaran determinadas emociones.
Por ejemplo, estos mensajes pueden ser “llorar es de débiles”, “no tengas
miedo que no pasa nada”, “tienes que estar bien”, “una niña buena no se enfada”, “ponte
a hacer algo en vez de estar triste”.
Esto es fundamental para saber cual es el mundo interno de la persona y cómo ha aprendido a llevarse con este mundo. El apego tiene que ver con la sensación de seguridad, conexión y exploración. ¿Te
has parado a pensar alguna vez si tus necesidades fueron satisfechas?
Por ejemplo, cuando eras pequeña y te sentías triste, ¿Qué solías hacer? Quizá recurrías a tu padre o a
tu madre y allí encontrabas un lugar dónde sentirte triste, sin juicios, te daban permiso
para transitar tu emoción y te acompañaban.
Sin embargo, quizá no recurrías a nadie porque sentías que no eran un lugar seguro donde ir, ¿por qué? Porque te podían decir frases como “anda vaya tontería por la que estás triste”, “deja de llorar que no consigues nada”, “ya estás otra vez llorando”, “podías aprender de tu hermano que es más fuerte que tú”, tu necesidad de sentir la tristeza quedaba bloqueada y no encontrabas un espacio en el otro para compartir tu emoción.
También es importante identificar que imagen has creado del mundo y de los demás, ¿el mundo es un lugar seguro donde puedes estar en calma? O por el contrario, ¿el mundo es un lugar donde hay peligros y tienes que estar alerta? Esto tiene que ver con la imagen que hayas ido creando a través de los ojos de tus referentes.
Si tus figuras de referencia fueron personas que estaban constantemente preocupadas y te decían frases como “ten cuidado”, “asegúrate de tenerlo todo bien” probablemente hayas aprendido que estar alerta es normal y quizá inviertas tiempo en repetir varias veces en tu cabeza todos los escenarios posibles para así tener esa sensación de calma.
Si la relación con tus figuras de apego no ha proporcionado esa calma, probablemente como adulta no sientas que te puedes calmar a través del otro de una manera adecuada si no que tenderás a aislarte y no expresar emocionalmente o a esperar que sea el otro el que te calme completamente.
Si sientes que el mundo es un lugar seguro y que los demás son personas en las que
puedas confiar no necesitas mantener ese estado de alerta, te permites bajar la guardia.
Bajar la guardia te permite estar más conectado hacia dentro y hacia fuera, puedes escuchar y reconocer lo que sientes y también te sientes capaz de explorar el mundo. Ves en los otros un lugar seguro en el que apoyarte, compartes como te sientes y tienes la sensación de que el otro te puede calmar y acompañar.
Comprender de dónde venimos es crucial para saber dónde estamos y hacia dónde
vamos.
Las experiencias en las relaciones anteriores son la base sobre la que nos hemos construido pero no son determinantes. El espacio terapéutico es un espacio dónde poder reparar los daños, aprender a relacionarte de una manera diferente y aprender a escuchar las emociones.
[Escrito por Marta Rubio, psicóloga del equipo Marta Segrelles, experta en apego y trauma]