Marta Segrelles Psicóloga

La culpa de los límites

Muchas veces hablamos de los beneficios de poner límites en nuestras relaciones, lo que significa delimitar hasta dónde y definir las propias necesidades.

Pero es cierto, que a menudo poner límites nos deja con una sensación agridulce, con culpa y con las ganas de “quitarlos”.

Antes de nada, vamos a definir qué significan los límites, yo siempre lo comparo pensando que tú eres una casa con jardín, y que los límites son la valla que separa la calle de tu casa, imaginando así que tu tienes que abrirla para dejar pasar o cerrarla para limitar el paso.

Y te pongo este ejemplo, porqué los límites físicos están muy claros cuáles son, cuando conducimos hacemos caso a las señales de prohibido, pero cuando se trata de límites emocionales a menudo pasan a nuestra casa sin pedir permisos.

Por eso hay que dejar claro cuáles son los nuestros, porqué no resulta tan visible para la otra persona.

El otro día hablando con un amigo que es padre, me dijo: “le acabo de decir a mi suegra que mañana no iremos a comer y me siento mal”.

Y yo que le conozco pensé “quizá se lo ha dicho en un tono agresivo y preferiría haberlo dicho más asertivo” y le dije “Bueno, quizá puedes repararlo y cambiar de opinión mañana”.

Y me dijo “no, es que no quiero repararlo, Marta, no quiero ir, quiero estar a solas con mi hija”.

Y entonces le dije “Aaaaamigo, qué lícito que quieras tiempo a solas con ella, entonces esto de que te sientes mal es la culpa de los límites”.

La culpa de los límites es aquella sensación de cuando ponemos el límite y nos responsabilizamos de lo que está sintiendo la otra persona “me sabe mal porqué ahora está enfadada, me sabe mal porqué está triste, me sabe mal porqué no lo entiende”.

Piensa una cosa, cuando no pones el límite, haces una renuncia, a lo que tu sientes o necesitas, por ejemplo:

“Voy a comer a casa de mi suegra Y ASÍ ella no pondrá mala cara, no hará comentarios y yo también estaré tranquilo, aunque a la vez, me gustaría no estar ahí”.

Entonces, poniendo los límites y escuchando lo que necesitamos también hacemos una renuncia, pero bien distinta y que no nos han enseñado a lidiar con ella o se nos ha tachado de malas personas por elegirnos, si decimos que NO y ponemos el límite, hay el peligro que  el papel de “el buen hijo, el buen yerno, el buen marido” se desvanezca y eso hace que tengamos que lidiar con el miedo a que la otra persona ya nos nos vea tan majos, buenos o queribles.

Te explico esto porqué a menudo genera desconcierto haberte elegido a ti, y sentirte mal por ello.

Lo que nos gustaría es tenerlo todo, pero eso no es posible…entonces en esa elección, y en esa renuncia, mi amigo me dijo “Prefiero la culpa”.